Estas líneas que se escriben con el
poso y la calma que dan los dos días que han transcurrido, jamás serán capaces
de transmitir el caudal de sentimientos y emociones que se vivieron el Domingo
de Pasión en El Picacho. No son producto de la emoción contagiosa y desbordada
al calor del escenario o de la amistad y cercanía con los protagonistas de la
historia. Antes bien, nacen desde la absoluta necesidad de plasmar en un papel
todo un cúmulo de sensaciones que todavía estamos asimilando.
No somos capaces de encontrar el
adjetivo adecuado que defina un Pregón tan grande como la persona del
pregonero. ¿Quizás memorable? ¿quizás profundo? ¿quizás arrebatado? ¿quizás
precioso? ¿quizás elegante? ¿quizás original? ¿quizás actual? ¿quizás
emotivo? ¿quizás sobresaliente? ¿quizás histórico? Podríamos seguir enumerando adjetivos y nos
quedaríamos cortos.
Durante sus dos horas y veinticuatro
minutos de duración, - sí, dos horas y veinticuatro minutos- el Pregón no
decayó en ningún momento. Todos los momentos fueron álgidos y luego tuvo otros
instantes aún más sublimes y emocionantes, como el pasaje dedicado a
nuestra Hermandad o el final con el piano a la Virgen del Amor. Un tiempo
que pasó a ritmo de sentimiento y que se hizo fugaz por un vendaval de
emociones desbordadas.
A todo ello se añade, que otros dos
hermanos nuestros participaron del prólogo y el epílogo del mismo. El
presentador Álvaro Velázquez que con una deliciosa y emotiva presentación -que
le llevará más pronto que tarde a los atriles- descorrió los cerrojos del
Pregón, y José Ramón Pérez que con el Ave María de Caccini al piano, puso el
complemento perfecto a la voz ya quebrada del pregonero.
Nuestro hermano Jesús Cruz Sallago nos
regaló un Pregón con mayúsculas, un Pregón que será recordado durante muchos
años, un Pregón que ha marcado un hito en los atriles de nuestra Semana Santa.
Pasarán los años y seguiremos recordando este Pregón de 2018, y algunos de
nosotros podremos decir siempre con orgullo, que allí estuvimos para vivirlo.
La túnica de terciopelo bordada en oro
que el pregonero recibió de nuestra Hermandad, realizada por el taller de
bordado para su Niño Jesús y los pasadores de plata con el corazón de María
traspasado por siete puñales, que recibió el presentador, fueron un detalle sin
importancia ante la magnitud del regalo que recibimos nosotros.
Ya ha quedado dicho que es imposible
describir con palabras todo lo vivido, pero la necesidad del corazón lo
demandaba.
Por tantas y tantas cosas, muchas
gracias, pregonero.